O el estadio como estructura violenta.

 

El  22 de enero del 2016 el Ministerio de Interior lanzo la campaña de conciencia social en formato digital que le propone al hincha un ‘No confundas la pasión con violencia’. Esta campaña busca integrar a la comunidad deportiva y empezar un diálogo sobre la violencia en los estadios mediante el intercambio de experiencias e información de carácter libre que presenta las redes. El problema principal que se puede evidenciar es el hecho de que se trata a esta violencia como un fenómeno reciente, que se encuentra en el carácter propio del individuo y anula cualquier análisis del contexto. Dentro de muchos discursos, incluido este, se considera al estadio como una estructura social de carácter y naturaleza violenta porque genera conductas y valores donde predomina la  ley del más fuerte, donde la sumisión en base a la competencia es lo primordial.  La violencia entre contrincantes es el resultado de que constantemente se ha ignorado el hecho de que ciertas estructuras sociales pueden moldear una mentalidad y lograr que la persona se desprenda del peso que lleva ser un individuo pensante por serle fiel al comando colectivo.

Según la filósofa Hannah Arendt el hombre como individuo no es salvaje e impulsivo, se convierte en irracional y desarrolla un carácter abusivo al ser introducido a estructuras donde se les permite despojarse de su conciencia. Así puede ser parte de un colectivo y proyectar dichas conductas dentro de cierto espacio o en el otro, para probar como verdadera, la identidad asumida. En el año 1961, post segunda guerra mundial, al analizar el proceso donde se juzga al comandante Adolf Eichmann, Arendt quien fue corresponsal, argumenta que “Uno tiene que abandonar su conciencia personal cuando se realiza un juramento al Fuhrer para no ser considerado un traidor.” (Hannah Arendt, 2016). Al Igual que uno tiene que dejar atrás toda racionalidad y prudencia que impida adherirse al comportamiento grupal y así poder ser considerado uno más y no una amenaza.

Al decirse que no existe violencia en los estadios no se está negando la presencia de esta, si no que se está replanteando el concepto de estadio y las dicotomías presentes en los enfrentamientos mediante equipos. Como estos parámetros que constantemente se dan, promueven fanatismo entre los hinchas de todas las edades e indirectamente emite un adoctrinamiento social.

El futbol dentro de toda la parafernalia cultural y económica que puede llegar a ser también presenta espacios donde hay agendas que buscan promover ideales, el principal y más obvio de estos, es el nacionalismo enfermizo en el que se reviste el  país cuando se enfrenta a otro en procesos de mundial organizado por la FIFA (ente multimillonario que regula los diversos campeonatos dentro de esta disciplina y como el futbol genera contratos donde hay bastante movimiento monetario, la corrupción se ve como mayor beneficiado), donde se afilian bastantes federaciones locales. (Me Llamo) Sebastián, un cantautor chileno, hizo fuertes declaraciones sobre la cultura machista que propaga el consumo colectivo y constante de estas competencias en una entrevista hecha por Zachary Jones en el año 2014: “El futbol es un mímica de una guerra; Solo once individuos representan a un país entero, tienen que invadir al área del otro equipo, tomar la pelota y meter un gol. Es  la perfecta representación de una confrontación. … Tiene sentido erradicar estas prácticas que tiene que ver con la guerra sin eliminar el deporte en sí.” (Sebastián Sotomayor, 2014)

La otra cara de la moneda, del debate puede proponer diversos contraargumentos pero el más objetivo es, que el estadio es un lugar donde el hombre puede acceder a un entretenimiento que promueve el compañerismo solidario que solo se encuentra dentro del trabajo en equipo. Además el estadio es un espectáculo al que personas de cualquier estrato social puede acceder sabiendo que va a sentir bienvenido en la identidad de hincha. Si, el estadio es una estructura social,  y en esta, las personas en 90 minutos pueden encontrar una terapia para desfogar de la monotonía diaria, encontrando una camaradería que irrumpe en lo rutinario y sirve como terapia colectiva.

Pero si se analiza este compañerismo que promueve el estadio, se puede ver que se limita al otro que piensa y actúa igual que yo. El acceso “igualitario” es dividido por secciones (general/ tribuna/ suite). Y por último el estadio proporciona seguridad dentro de cierto privilegio hetero-patriarcal donde el desfogue constante es lo que suprime el análisis ante lo que se consume.

“El mal se vuelve una realidad cotidiana y constituye la atmosfera de una amenaza suspendida sobre nuestras cabezas.” (Arendt, 1963) Esta idea responde al imaginario de violencia que pregunta y rebusca si es que se le tiene que enseñar a el hincha que tiene que regular ciertos impulsos negativos, una manera más de educarlo cuando escoge de qué manera busca entretenerse o quizás estas estructuras/espacios donde se dan estos espectáculos que empiezan siendo un partido, tienen que ser repensadas y de misma manera los mensajes que los parámetros y códigos impuestos indirectamente emiten. Al igual que Eichmann y su necesidad de implementarse, seguir un canon que le proporcionaba seguridad y estatus, muchos hinchas se dejan contagiar por un mal masivo, disimulado o aceptado por lo cotidiano que puede llegar a ser y esto hace que se caiga en la indiferencia, donde la memoria junto a la propia conciencia se vuelven innecesarias, llevando al individuo, en el peor de los casos (pero tan común) a cometer crímenes de lesa humanidad.