Se avientan y apilan
cuando desprendo mi cuello
no lo hago para darte más perspectiva, el traqueteo de mi vértebra me recuerda los días en los que de miedo temblaba.
Todo miedo tiene algo de erotizacion.
Toda erotizacion carga algo de transgresión.
Ya no coloco fundas de té en los recovecos más oscuros y mojados de mi cuerpo, dejó que en está porción de mar las lenguas acostumbradas al almíbar se regocijen en el desollar.
En aquel lugar del sentir criminal hay un hombre de risa contagiosa que amenaza con mostrarme otro camino hacia otro final pero este, ya tonificado se erecta y desploma en la misma baldosa.
Me desplazo hacia sus manos que se desplazan con fervor hacia mi rostro. Lo lubrica, le pone color, lo altera, lo quiebra, lo moldea y cuando me convierte en memoria de efervescencia, hace de mis dientes y molares lo que sobra; un collar para su madre.
En mis sueños todavía muerdo.
En mis sueños también hay una mujer ambigua y hermosa que soy yo, desdibujando a un hombre que también soy yo. No hay violencia, está solo regresa cuando se despierta.
Mi boca eructa y embullé algo parecido al odio más sincero que hace algún tiempo he saboreado, no lo puedo describir en si pero crecía y cubría toda la provincia.
Mis seres queridos flotaban hacia el prisma.
Todas las dudas y todos los deseos componen una frecuencia que suena mientras yo cambio de piel.
Anoche, en pleno Mayo, mientras alineaban la ardiente hiedra pubica me pidió que la besara y me negué. Luego con lágrimas y desinfectante embarrando sus labios de adolescente que acumula vodka y hentai, me pidió con un poco más de emoción que la besara ya que era su cumpleaños, la bese y recordé al hombre que amo que muere mientras duerme en un diminuto desierto que no logró humectar.
Ese mismo hombre me habla de un futuro en el cual los dos podamos paternar y solo puedo imaginar la sonrisa de dios, la cual esta compuesta de vitrales que se quiebran cuando cualquier figura paternal busca darme La Paz.
La boca de dios todavía no se parece a la mía.
Me translado a un parque privado donde se busca dar servicios a la comunidad de Houston, Texas, pero la mitad de mi cuerpo no se transporta, entonces bajo las cámaras de seguridad trago piedras donde toda esa basura blanca solía orinar.
Cargado de piadosa reflexión tambaleó mientras cruzo bailando este museo de métodos para purgar y coincidencias internalizadas
Extasiado y perturbado descanso bajo un mural de Cy Twombly. No soy lo que me consume.
“Untitled,” Cy Twombly Gallery