Un show no tan heavy metal

las piernas se tienen que mover…
acción cinética que imita al que flota en una piscina.
esta vez sobre un campo lo suficientemente amplio como para enterrar a 28 equipos de fútbol.
campo cubierto por los residuos de la pirotecnia.
no los vi pero si los sentí,
sí te vi.
la tierra no es plana,
caemos en la misma dirección,
tu aliento se mezcla con el aire del ocaso.
el campo se convierte en horizonte que divide lo caduco.
los huesos se desentierran solos
y te abrazo porque da miedo la soledad pero da miedo entregarse y puta que el miedo nos habita y fulmina.

Paisaje de Agosto

percibo cosas que explico en mi mente pero se me dificulta sostener ciertos pensamientos, estos caen como lluvia;
refrescan, mojan u oxidan.
los lugares donde me siento bienvenido cada vez se reducen al tiempo que se me permite ocupar en estos.
busco afirmación en personas  irrelevantes y comparo el valor de una amistad en si tal persona hiciera lo mismo por mi.
trato de apreciar momentos amenos de soledad, en realidad la detesto me recuerda a que soy lo único que tengo.
espero que los necios y la gente que cree en la fuerza de la atracción tenga n toda la razón.
Dios no tiene un plan.
yo estoy componiendo uno;
en el
sostienes mi cabeza como si fuera una roca adentro de la casa más bonita

amuleto canicular

he reservado toques de queda para ti.
jugar a fragmentar el tiempo mientras
desgastamos nuestro pequeño burgués interior
sobre calles que exigen colores nuevos.
no hay balance en el interior de la duda,
yo te sigo al baño si tu aprietas y perforas el centro de mi mano.
abrazo el abismo
acepto que este tiene nombre
uno fácil de pronunciar .

Ser Vino y no Vinagre

 

La luz desciende sobre una habitación amplia, llena de trastos viejos. Entre estos podemos distinguir algunas valijas, un ropero, un baúl y  un par de bicicletas de mujer. Así empieza “La edad de la Ciruela” obra de Arístides Vargas, introduciéndonos en un ambiente domestico donde el espacio es habitado por muebles y mujeres o mujeres que en el trascurso de las acciones buscan dejar de ser muebles. Se plantea a la familia como fuente de lazos sanguinos que construyen y fortifican al ser humano en valores y anhelos pero dentro de estos anhelos se puede encontrar factores que oprimen mediante un condicionamiento que se fundamenta en ideales impuestos entre estos la función y percepción del género.

Eleonora y Celina son dos hermanas que crecieron en un hogar donde abundaban las mujeres reprimidas por la norma donde se tenía que ser de un uso para la casa que las encerraba, casa de la cual ya todo hombre se había marchado. Las experiencias de las tías y abuelas les servían como ejemplos de lo que no querían ser, al jugar entre los pasillos y sótanos sostenían conversaciones cargadas de dudas y deseos donde se cuestionaban lo que experimentaban en su entorno, no permitían que su falta de experiencia les quite el afán de explorar que había más allá del matrimonio, los hijos y ciertos talentos que  como en el caso de la tía Victoria con su violín, solo servían para adornar el paisaje. Esa misma falta de experiencia las mantenía  mentalmente libres y en esa libertad de la niñez se dieron el tiempo para cuestionar el tiempo y como este invento humano que muestra su efecto en el cuerpo los y las termina abusando. Entonces este tiempo abusador necesitaba un castigo, las hermanas lo someten a un juicio donde se dan cuenta de que no hay que matarlo, solo detenerlo, en el proceso descifran que no sirve de nada detenerlo si las afectadas constantemente son detenidas por los esquemas que ellas conscientemente prolongan y vienen con ser mujer e intrínsecamente ser hogar.

La rutina y la indignación produjeron cierta histeria en algunas habitantes, esta despertó viejas rivalidades que evidenciaban lo desgastante que es tratar constantemente de ser la correcta, la pura y la que transmite bienestar. Como se es necesario llegar a encontrase en situaciones de catarsis que incluyan a la voluntad propia. Una sed de soberanía sobre la primera propiedad que ellas creían conocer; el cuerpo. Cuerpo recurso y cuerpo lenguaje, que al final las abuelas Gumersinda y María terminan ocupando, liberando de patrones al tocarse… y empujar las paredes del pudor, escapando en la bicicleta, de la cotidianidad, ver para atrás y ser parte de la alegoría que a su avanzada edad no tendrán que regresar a su propia reclusión.

Algunas personas en la audiencia se han de preguntar ¿Y Qué pasa con estos hombres que se encuentran ausentes en la obra? ¿Por qué estos no hablan? La verdad sí está,  y ya han hablado demasiado y las esposas, madres e hijas los han imitado, repitiendo el discurso. Los hombres se encuentran, en el eco de ellas, en sus miedos, en el imposible preconcebido y bien montado.  Son el fantasma al que todavía ellas le rezan esperando cierto permiso o perdón de la sociedad por guardar esas ganas de revelarse que muy adentro de ellas vive.

Arístides Vargas una vez más creo un micro mundo donde el personaje existe pero no se limita a un contexto, personajes complejos que se hieren por el peso de sus decisiones o falta de estas en el inmenso tiempo, personajes que como cualquier persona se ilusionan con lo que se le dicta prohibido y a veces cruzar estos límites lo hacen cuestionarse y crecer, aunque se pierda la casa y la costumbre, dejando un refrescante sabor a vinagre que no alcanzo a ser vino embriagador.

 

 

 

/ Acá un vídeo de la obra:     La edad de la ciruela – interpretado por Las Hermanas Gomez