Bandada de cisnes
flotan sobre mi cabeza.
Yo aguanto la respiración
pero son demasiados.
Tengo dieciséis
y solo se cometer
el mismo pecado de ayer.
–
Penumbra no pasionaria
levitando sobre las camas.
Aférrate al piso.
Que alguien escuche
y que con una mirada de seda
me detenga.
Posible vorágine violenta.
Posible precipicio.
Un demonio en cada ojo.
Un infierno en cada dedo.
Una reja en la entrepierna.
Una condena relamiendo la cadera.
La luz / las ansias / la mañana.
Mis sacrificios en bandeja
las moscas se los quedan.
–
Una vez
el diablo me persiguió
como por 8 meses.
Otra vez
el diablo me persiguió
como por 3 años.
Hace 3 años los deje entrar.
Sin forzajeo / sin fila.
Hoy
nadie me acompaña.
Ni ángeles
ni estampas.
–
Soy pequeño
gran vicio.
Recaída monumental.
Me puedes llamar
por lo que compartiste conmigo.
Soy glaucoma impregnada
en los videntes que visitas.
Los que sí te aman
se avientan
resbalan
sobre leche derramada.
Tronan el piso.
Cráneos creyentes.
Yo también creía
cuando desprendías humo
en plena genuflexión.
Dios miró
lloró
le gustó.
–
Aceptar la derrota
recibirla en la boca.
Aceptar las disculpas
aunque contengan la aridez más plena.
Aceptar la idea de que entiendes muy poco de perdón
y entender tu boca como el primer territorio
en donde se propaga el rencor.
Aceptar las visiones
negarse a reducirlas
a la categoría de alucinación.
Aunque asalten
aunque desgarren.
Es lo que ves.
En algún momento
insististe en creer.