Paisaje de Agosto

percibo cosas que explico en mi mente pero se me dificulta sostener ciertos pensamientos, estos caen como lluvia;
refrescan, mojan u oxidan.
los lugares donde me siento bienvenido cada vez se reducen al tiempo que se me permite ocupar en estos.
busco afirmación en personas  irrelevantes y comparo el valor de una amistad en si tal persona hiciera lo mismo por mi.
trato de apreciar momentos amenos de soledad, en realidad la detesto me recuerda a que soy lo único que tengo.
espero que los necios y la gente que cree en la fuerza de la atracción tenga n toda la razón.
Dios no tiene un plan.
yo estoy componiendo uno;
en el
sostienes mi cabeza como si fuera una roca adentro de la casa más bonita

amuleto canicular

he reservado toques de queda para ti.
jugar a fragmentar el tiempo mientras
desgastamos nuestro pequeño burgués interior
sobre calles que exigen colores nuevos.
no hay balance en el interior de la duda,
yo te sigo al baño si tu aprietas y perforas el centro de mi mano.
abrazo el abismo
acepto que este tiene nombre
uno fácil de pronunciar .

Ser Vino y no Vinagre

 

La luz desciende sobre una habitación amplia, llena de trastos viejos. Entre estos podemos distinguir algunas valijas, un ropero, un baúl y  un par de bicicletas de mujer. Así empieza “La edad de la Ciruela” obra de Arístides Vargas, introduciéndonos en un ambiente domestico donde el espacio es habitado por muebles y mujeres o mujeres que en el trascurso de las acciones buscan dejar de ser muebles. Se plantea a la familia como fuente de lazos sanguinos que construyen y fortifican al ser humano en valores y anhelos pero dentro de estos anhelos se puede encontrar factores que oprimen mediante un condicionamiento que se fundamenta en ideales impuestos entre estos la función y percepción del género.

Eleonora y Celina son dos hermanas que crecieron en un hogar donde abundaban las mujeres reprimidas por la norma donde se tenía que ser de un uso para la casa que las encerraba, casa de la cual ya todo hombre se había marchado. Las experiencias de las tías y abuelas les servían como ejemplos de lo que no querían ser, al jugar entre los pasillos y sótanos sostenían conversaciones cargadas de dudas y deseos donde se cuestionaban lo que experimentaban en su entorno, no permitían que su falta de experiencia les quite el afán de explorar que había más allá del matrimonio, los hijos y ciertos talentos que  como en el caso de la tía Victoria con su violín, solo servían para adornar el paisaje. Esa misma falta de experiencia las mantenía  mentalmente libres y en esa libertad de la niñez se dieron el tiempo para cuestionar el tiempo y como este invento humano que muestra su efecto en el cuerpo los y las termina abusando. Entonces este tiempo abusador necesitaba un castigo, las hermanas lo someten a un juicio donde se dan cuenta de que no hay que matarlo, solo detenerlo, en el proceso descifran que no sirve de nada detenerlo si las afectadas constantemente son detenidas por los esquemas que ellas conscientemente prolongan y vienen con ser mujer e intrínsecamente ser hogar.

La rutina y la indignación produjeron cierta histeria en algunas habitantes, esta despertó viejas rivalidades que evidenciaban lo desgastante que es tratar constantemente de ser la correcta, la pura y la que transmite bienestar. Como se es necesario llegar a encontrase en situaciones de catarsis que incluyan a la voluntad propia. Una sed de soberanía sobre la primera propiedad que ellas creían conocer; el cuerpo. Cuerpo recurso y cuerpo lenguaje, que al final las abuelas Gumersinda y María terminan ocupando, liberando de patrones al tocarse… y empujar las paredes del pudor, escapando en la bicicleta, de la cotidianidad, ver para atrás y ser parte de la alegoría que a su avanzada edad no tendrán que regresar a su propia reclusión.

Algunas personas en la audiencia se han de preguntar ¿Y Qué pasa con estos hombres que se encuentran ausentes en la obra? ¿Por qué estos no hablan? La verdad sí está,  y ya han hablado demasiado y las esposas, madres e hijas los han imitado, repitiendo el discurso. Los hombres se encuentran, en el eco de ellas, en sus miedos, en el imposible preconcebido y bien montado.  Son el fantasma al que todavía ellas le rezan esperando cierto permiso o perdón de la sociedad por guardar esas ganas de revelarse que muy adentro de ellas vive.

Arístides Vargas una vez más creo un micro mundo donde el personaje existe pero no se limita a un contexto, personajes complejos que se hieren por el peso de sus decisiones o falta de estas en el inmenso tiempo, personajes que como cualquier persona se ilusionan con lo que se le dicta prohibido y a veces cruzar estos límites lo hacen cuestionarse y crecer, aunque se pierda la casa y la costumbre, dejando un refrescante sabor a vinagre que no alcanzo a ser vino embriagador.

 

 

 

/ Acá un vídeo de la obra:     La edad de la ciruela – interpretado por Las Hermanas Gomez

No todos tenemos la misma energía para olvidar así que improvisamos al perdonar

quisiera amar a mi padre de la manera que amas al tuyo.

quisiera perdonar la vergüenza impuesta,                                                                                        pero ese pequeño rencor es el único candor entre los dos.

tu boca es como vidrio roto                                                                                                                       remueve el estigma de mi cuerpo                                                                                                mientras me muestra bellas formas de considerarme nuevo.

no somos masoquistas por querer aprender a bailar en esta ciudad.

brujas

(Colectivo Las brujas – Asuntos de Paisaje – dpm, 2010)

robert smithson.jpg

            (Robert Smithson-  Map of Broken Glass, Atlantis, 1969)

SONOPO por Jorge Aycart

Se puede decir que NoMinimo es una de las cuatro galerías de arte en Guayaquil mejor puestas y de mejor propuesta, no solo imparte excelentes cursos donde a uno se le enseña factores claves sobre historia del arte y acontecimientos actuales relevantes, también da una vasta asesoría a diversidad de artistas nacionales que más de una vez han expuesto en este espacio, es gratis, permite fotografiar las obras y a diferencia de otras galerías de calidad, a esta le importa tener al tanto a su comunidad manteniendo fresco el contenido de sus redes sociales.

Espacio  de dos pisos, reducido pero de profundo efecto en la persona que lo visita ante las obras que pasando tres semanas lo re habitan, desde Pamela Hurtado y sus  obras bellamente explicitas donde mediante el bordado o el acrílico se analizan las estructuras de poder que constantemente y sin mayor análisis aceptamos hasta grandes juegos de ficción y atrevimiento ideológico en una video instalación de Oscar Santillán. NoMinimo no solo se presta para exhibir si no también para alentar a recrear la forma en que interactuamos con el arte.  A mi parecer es un punto clave dentro del arte ecuatoriano actual, es un refugio donde se disuelve la dicotomía de la escena local que se  divide y postra ante lo que meramente consume el público en masa; o esos cuadros de técnica vaga donde aparecen rostros con frutas o balsas despareciendo en el atardecer,  estos repletan las casa de la gente que los puede pagar, repletan el museo municipal y sus órganos externos donde cierto rico define que se puede llamar arte.  O también está el arte callejero autodenominado clandestino que a lo Pancho Jaime  escupe a cualquier símbolo de autoridad y se celebra en la hierba encontrada dentro una casa abandonada. En un país acostumbrado a descansar en los extremos, hay pocos lugares que se zafan del pensar maniqueista con el cual se nos ha programado a reaccionar. En NoMinimo puedes toparte con una exposición donde se observe los diferentes tonos que se  puede encontrar un atardecer en un manglar hasta  una exposición  donde se … Exacto NoMinimo está lleno de “desde hasta” ese factor es lo que hace  que este lugar no se atore en la censura ni se limite a un círculo social, compartiendo cultura y ganando adeptos.

Yo, que constantemente trato de  educarme y educar en esto del arte, yo que sin mayor tapujo le confesé a mis padres este ferviente deseo de no estudiar psicología y dedicarme a la curaduría, galería e historia del arte. Yo que cuando visito cualquier ciudad busco en internet que museos hay, yo, que tuve la cita más bonita en la casa de Guayasamín, yo, que reduje mi dating pool a gente que puede diferenciar entre expresionismo e impresionismo, yo, que me declaro pretensioso al haber alguna vez fantaseado con perder mi virginidad en un pasillo del Guggenheim , yo, que me puse a lagrimear mientras subía las escaleras eléctricas en el Pumpidou para ver La fuente de DUCHAMP. Yo.

Me encontraba cruzando la ciudad para ver la exposición colectiva SONOPO curada por el cineasta Jorge Aycart, donde participa Xavier Coronel (el guapo), Leandro Pesantes (el que gano el concurso de arte contemporáneo BATAN), Stefano Rubira (el de las pinturas nostálgicas hechas con jarabe para la tos) José Pinto (no encontré nada de él en el internet) , Elías Aguirre (tampoco encontré mucho en internet) y Boris Saltos (mi favorito). Entro a la exposición y me topo con unas estanterías que cuelgan del techo, trato de no moverlas y verlas de cerca, pero antes me leo los párrafos de introducción escritos por Jorge Aycart.

SONOPO es una narrativa ficticia o real, eso depende de usted, donde se nos introduce a una historia que se desarrolla dentro del mundo del futbol, empieza  describiendo a Sonopo, un deportista profesional de Lesotho, nacido el 20 de enero de 1994, que a su corta edad ya se encontraba enlistando en el Lioli F.C.  Equipo local de mayor notoriedad, obteniendo fama y dinero que en muy poco tiempo lo ubico dentro de una esfera muy diferente a lo que él estaba acostumbrado. Con la repentina gloria llegaron nuevos valores, y nuevas amistades que acompañaron el hecho de que ahora el deportista era un icono nacional preciado y del cual se debía presumir. Al panorama se le aumento una raya; el rumor; el cual fue empezado por el Atlético de Madrid, nunca se supo que escondía este statement lo que a nivel internacional se pudo notar fue el derrocamiento y la depresión de esta estrella del gol, que ahora se reproducía como un fantasma acido en la mente de la escena local. ¿Ahora qué? ¿Con que cronometro se lo va a alimentar después de que los 15 minutos de fama ya se hayan esfumado? ¿Con que escudo nacional se va arropar? ¿Podrá su rostro negro ser uno más entre la multitud después de haber sido forzado a una transparencia de europea proveniencia?  Son respuesta que como audiencia no tenemos, pero que en SONOPO los artistas se han obligado a documentar no por honor a la verdad, sino por algo parecido a la necesidad de no volverse un molde más, molde de un sistema que hoy en día se re-apropia de uno mediante rumores o apadrinados amarillistas.

 

Vuela entre los dos – Stefano Rubira.

Esta pequeña ilustración de lapicito sobre  un cuadro de hoja, se proyecta un sello sombreado donde se dibuja a detalle el cuerpo de un ángel, digamos que San Miguel Arcángel, sobre un horizonte levemente ondulado, donde un hombre alza sus  manos en forma de agradecimiento divino, mientras en el agua un lagarto y un tiburón se alzan hambrientos. La ilustración se ve encerrada por una franja con escrito que en mayúsculas lee I N T E R / U T R U M Q U E / V O L A T. Supongo que el escrito tiene algo que ver con Metamorfosis VIII donde Dédalo le da  instrucciones a su hijo Ícaro sobre como volar las alas de la vanidad y la cera, que por la natural ambición griega se terminan derritiendo al volar cerca del sol.  Entonces nos vemos incitados a asociar de manera inmediata la imagen judeocristiana híper barroca del ángel protector con la del hombre que anhela ser algo parecido a Dios, estos dos conceptos chocan al tratar de recrear la desdicha de SONOPO. Pero para ser honestos, mi primera impresión fue que la ilustración recreaba el logo del equipo en el que SONOPO tuvo sus momentos dorados, pero también llegue a pensar que el logo podría llegar a trabajar como una configuración de sello que se uso en la época colonial para ubicar o asociar el destino de los esclavos africanos.

 

Slaapmaker de José Pinto López

Ya arriba, dejando la esquina pero continuando con una reflexión postcolonial, me veo forzado a traspasar la habitación  y en vez de dejarla con su gravedad callada pero cortante me detengo y admiro lo que se supone es una ventana, que me entrega un panorama blanco manchado por las puntas de las llamas, sin traspasar el papel, acarician la intemperie y deja algo parecido a un vector producto del fuego interrumpido de forma precoz, consumiendo sin matar, dejando la marca de que alguien prendió allá y no aca. Sobre el vector se plasma lo que considero la base de cierta raíz blanca que con sus extensiones impone  horizontes, todo esto encerrrado por unas rejas de diseño colonial dando a entender que hay una obvia división entre lo que vemos y donde estamos. La obra es acompañada por una pequeña acumulación de tierra negra que se expande hacia la pared permitiéndonos palpar restos del panorama (joven no toque la instalación.) Toda habitación necesita de una puerta y esta se encuentra alfrente de la ventana, con el mismo marco y el mismo vector, pero aca la narrativa se vuelve mas explicita ya que las manchas de fuego son cubiertas por llamas blancas que se levantan sobre ramas y tejados, escombros de alguna aldea anónima. José Pinto López se apropia del dialecto holandes para dar nombre a este espacio blanco y frio, donde la decencia de la memoria eurocentrista se ve interrumpida por estos paisajes donde la violencia es un acto de todos los días, donde la violencia es otro tono de piel, donde la violencia es una guerra que se empieza dentro de la misma etnia, donde la violencia es una cultura del abuso heredada. Cobre, diamante , marfil y humanos son productos de exportación provenientes de una tierra que no vera bonanza mas alla de una TV a color, que no encuentra salvador en el propio colonizador que compone un “We Are The World”.

 

El Jardin de Boris Saltos

 

Nuestros ojos occidentales listos para absorber cualquier muestra de lo que compulsivamente denominamos exótico se topa con un jardín que en realidad termina siendo un desentierro. Esculturas decadentes de una cultura proveniente de Lesotho que nunca llegamos a conocer bien, pero están los huesos, las vasijas, los instrumentos, las raíces y pieles que sirven de evidencia que por aquí paso una plaga blanca o quizás esta exposición es una reunión mas donde nos damos cuenta que somos un club de vampiros globalizados. Ahora es mi turno de sacarme un selfie con el buitre o cuervo mientras se come a un negro, al circuncidar el orgullo africano con matices de apartheid y alardear de que descubrí un nuevo paraíso tropical donde todo lo que no puedo hacer en mi barrio, acá es legal. El Jardín nos recuerda de todas las estructuras  coloniales impuestas donde se obliga a el local a desapegarse de lo que durante siglos a considerado su identidad para exponerlo y venderlo. Mas que un trabajo de despolvar algo parecido a nuestra propia historia, es un trabajo donde lo endémico es un morbo mas digno de exportar.